miércoles, 11 de octubre de 2017

Crónica flamenca. LIDIA PÉREZ MUESTRA SU ARTE POR SOLEÁ Y SIGUIRIYAS.

Resulta esperanzador el momento de los artistas flamencos jóvenes de nuestra provincia. Sus progresiones se vienen estableciendo con solventes estudios, apariciones exitosas en diferentes concursos de nuestra comunidad andaluza y extrarradios de la misma, prestantes logros en festivales y peñas flamencas, y afición clarividente para no quedar como meros artistas que se encasillen en los triunfos de su territorio flamenco.

Lidia Pérez con Fernando Rodríguez en la Peña flamenca de Jaén
Podría establecer una amplia nómina de prestantes artistas de nuestra provincia, más no es el caso, pues la crónica-crítica está orientada a la actuación que la joven cantaora de Villanueva de la Reina, Lidia Pérez Correas ‘Lidia Pérez’, desarrolló el pasado viernes, 6 de octubre, en la Peña Flamenca de Jaén con motivo de la apertura del Curso Flamenco 2017-18 de la entidad capitalina.

Dicen los datos de internet –para conocimiento de los neófitos- que: “Lidia Pérez, cantaora de flamenco  nació en Villanueva de la Reina (Jaén) el día 28 de marzo del año de 1994. Que desde pequeña le atrae el mundo del flamenco y aprovecha la oportunidad que le brinda la peña flamenca de su localidad, ‘El Olivo del Cante’, para inscribirse en el curso, que con David Pino como profesor, daba comienzo a sus enseñanzas. Tenía 12 años, y fue asimilando poco a poco los diferentes palos que en el curso se aprendían. Ha representado a Jaén en el prestigioso circuito flamenco “Ocho Provincias”, así como participado en el circuito provincial “Flamenco por las Peñas”. Ha compartido escenario con figuras como Luis de Córdoba, Julián Estrada, Miguel de Tena, Nano de Jerez, o Manuel Silvería. “Según algunos expertos posee unas cualidades que debe aprovechar, además de una fuerza descomunal, con registros propios de la raza gitana, y  una flamencura natural que la hacen especialmente atractiva sobre el escenario.”

Con el magistral acompañamiento de su profesor de cante, el guitarrista morisco ‘Fernando Rodríguez’, el cual también es cantaor aunque ejerza principalmente como especialista en el acompañamiento, ofertó como inicio de su recital en Jaén unos acompasados tangos con influencias de ‘La Niña de los Peines’, modernidades –porque la juventud actual los demanda- de Enrique Morente por el estilo, posteriores resonancias trianeras de ‘Juana la del Revuelo’, y más aires de Pastora Pavón. Las peteneras las basó con potencia tonal en ‘La de los Peines’, más con determinada estructura estilística de Rafael Romero en la primera, y recuerdo por los tonos altos de la sevillana en la segunda.

En las soleares estableció influencias de ‘Fosforito’ en la apolá primera con acusado tono bajo en el final del verso, para enlazar con la de ‘Charamusco’ en versión de Morente, derivación a las de ‘El Zurraque’ de Triana, continuando por la versión que de José Yllanda estableciera ‘Pepe Marchena’ por los tonos del citado ‘Charamusco’, para rematar por el mismo personalismo con inclinaciones a Mairena. Melodiosidad y sentimiento imprimió a la milonga de Manuel Escacena, retomando posteriormente los estilos a compás por las cantiñas-alegrías a través de la escuela de Manolo Vargas - Pericón de Cádiz - Chano Lobato, estableciendo una derivación propia del cante para el baile a las bulerías gaditanas con recuerdos de Pastora y Juan Manuel Rodríguez Sarabia ‘Chano Lobato’.

Como suele acontecer, las siguiriyas establecieron su afición y entrega con pellizco por la inicial de Diego ‘El Marrurro’, prestancia estilística por Joaquín ‘Lacherna’, y un remate por el cambio de Manuel Molina que me recordó los ecos de Rafael Ramos Antúnez ‘Niño Gloria’. Completó su recital por bulerías con vanguardismos de Lole Montoya, acercamientos al personalismo de Manuel Mancheño ‘Turronero’, y unos fandangos finales por Huelva en los que destacó su recuerdo de José Rebollo por Paco Toronjo.

En cuanto a Fernando Rodríguez, constatar su maestría con la guitarra flamenca, su amplio recorrido con personalidad por los más prestigiosos maestros del instrumento flamenco como ‘Niño Ricardo’ o ‘Diego el del Gastor’; el saber acomodarse a las necesidades de su acompañada con prestantes falsetas para los descansos cantaores, estableciendo primorosos trémolos y prestantes ‘jondos’ redondeos de singularidad estilística.

Rafael Valera Espinosa

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