Resulta
esperanzador el momento de los artistas flamencos jóvenes de nuestra provincia.
Sus progresiones se vienen estableciendo con solventes estudios, apariciones
exitosas en diferentes concursos de nuestra comunidad andaluza y extrarradios
de la misma, prestantes logros en festivales y peñas flamencas, y afición
clarividente para no quedar como meros artistas que se encasillen en los triunfos
de su territorio flamenco.
Lidia Pérez con Fernando Rodríguez en la Peña flamenca de Jaén |
Podría establecer
una amplia nómina de prestantes artistas de nuestra provincia, más no es el
caso, pues la crónica-crítica está orientada a la actuación que la joven
cantaora de Villanueva de la Reina, Lidia
Pérez Correas ‘Lidia Pérez’, desarrolló el pasado viernes, 6 de octubre, en
la Peña Flamenca de Jaén con motivo de la apertura del Curso Flamenco 2017-18
de la entidad capitalina.
Dicen los datos de
internet –para conocimiento de los neófitos- que: “Lidia Pérez, cantaora de
flamenco nació en Villanueva de la Reina (Jaén) el día 28 de marzo del
año de 1994. Que desde pequeña le atrae el mundo del flamenco y aprovecha la
oportunidad que le brinda la peña flamenca de su localidad, ‘El Olivo del
Cante’, para inscribirse en el curso, que con David Pino como profesor, daba comienzo a sus enseñanzas. Tenía 12
años, y fue asimilando poco a poco los diferentes palos que en el curso se
aprendían. Ha representado a Jaén en el prestigioso circuito flamenco “Ocho
Provincias”, así como participado en el circuito provincial “Flamenco por las
Peñas”. Ha compartido escenario con figuras como Luis de Córdoba, Julián Estrada, Miguel de Tena, Nano de Jerez, o Manuel Silvería. “Según algunos expertos posee unas cualidades que debe aprovechar,
además de una fuerza descomunal, con registros propios de la raza gitana,
y una flamencura natural que la hacen especialmente atractiva sobre el
escenario.”
Con el magistral
acompañamiento de su profesor de cante, el guitarrista morisco ‘Fernando Rodríguez’, el cual también es
cantaor aunque ejerza principalmente como especialista en el acompañamiento,
ofertó como inicio de su recital en Jaén unos acompasados tangos con
influencias de ‘La Niña de los Peines’,
modernidades –porque la juventud actual los demanda- de Enrique Morente por el estilo, posteriores resonancias trianeras de
‘Juana la del Revuelo’, y más aires
de Pastora Pavón. Las peteneras las
basó con potencia tonal en ‘La de los
Peines’, más con determinada estructura estilística de Rafael Romero en la primera, y recuerdo por los tonos altos de la
sevillana en la segunda.
En las soleares
estableció influencias de ‘Fosforito’
en la apolá primera con acusado tono bajo en el final del verso, para enlazar
con la de ‘Charamusco’ en versión de
Morente, derivación a las de ‘El
Zurraque’ de Triana, continuando por la versión que de José Yllanda estableciera ‘Pepe
Marchena’ por los tonos del citado ‘Charamusco’, para rematar por el mismo
personalismo con inclinaciones a Mairena.
Melodiosidad y sentimiento imprimió a la milonga de Manuel Escacena, retomando posteriormente los estilos a compás por
las cantiñas-alegrías a través de la escuela de Manolo Vargas - Pericón de
Cádiz - Chano Lobato, estableciendo una derivación propia del cante para el
baile a las bulerías gaditanas con recuerdos de Pastora y Juan Manuel
Rodríguez Sarabia ‘Chano Lobato’.
Como suele
acontecer, las siguiriyas establecieron su afición y entrega con pellizco por
la inicial de Diego ‘El Marrurro’,
prestancia estilística por Joaquín
‘Lacherna’, y un remate por el cambio de Manuel Molina que me recordó los ecos de Rafael Ramos Antúnez ‘Niño Gloria’. Completó su recital por
bulerías con vanguardismos de Lole
Montoya, acercamientos al personalismo de Manuel Mancheño ‘Turronero’, y unos fandangos finales por Huelva en
los que destacó su recuerdo de José
Rebollo por Paco Toronjo.
En cuanto a
Fernando Rodríguez, constatar su maestría con la guitarra flamenca, su amplio
recorrido con personalidad por los más prestigiosos maestros del instrumento
flamenco como ‘Niño Ricardo’ o ‘Diego el del Gastor’; el saber
acomodarse a las necesidades de su acompañada con prestantes falsetas para los
descansos cantaores, estableciendo primorosos trémolos y prestantes ‘jondos’
redondeos de singularidad estilística.
Rafael
Valera Espinosa
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