miércoles, 11 de abril de 2012

Crónica. COMPAS Y RITMO SALINERO EN DAVID PALOMAR

Cádiz siempre se ha distinguido en general por la gracia, viveza, alegría y desenfado de sus gentes. En el flamenco lo ha establecido por su primigenia creación, por sus jondos y emocionados sentimientos, y también por estructurar el compás y el ritmo de los estilos como los mejores. De ahí que su escuela cantaora representada por artistas –no quiero citar a las numerosas figuras creadoras que no han grabado- de la talla Aurelio Sellé, Manolo Vargas, Pericón de Cádiz, y los más cercanos Beni de Cádiz o Chano Lobato, hayan marcado la esencia cantaora y festera de su tierra.


David Palomar representa a la última generación gaditana que se arroga con prestancia la continuación de la escuela citada. Todo su repertorio flamenco (su final fue algo cupletero) lo basó en los estilos que representan las cadencias, ritmos y companses empleados por sus admiradas y citadas figuras. En las bulerías iniciales con letras alusivas a las chuflillas de su tierra, recordó con personalidad propia a maestros como Ignacio Ezpeleta, Manolo Vargas y Pericón de Cádiz., manteniendo con soltura la aludida prestancia del ritmo y el compás.

Las siguiriyas las abordó con la dificultad que supone evocar a un maestro como Antonio Mairena por la creatividad primera del porteño Tomás el Nitri, progresando en resolución tonal hacia el jerezano Tío José de Paula con entremezcla de las improntas artísticas de Tía Aníca La Piriñaca y Mairena, ofertando después el jondo sentimiento del estilo por la creatividad de Curro Durse con aproximaciones tonales a Manuel Agujetas, para establecer un resolutivo final por la cabal de El Fillo.

En las cantiñas-alegrías volvió a constatar su cuna natal con el posicionamiento en los ritmos y compases de Pericón de Cádiz establecidos con conocimiento y singularidad artística, para seguidamente demostrar lo primigenio de la jota gaditana en la conformación de este grupo de cantes, y volver a resaltar el compás y la gracia que por aquí marcaron Aurelio Sellé y Chano Lobato. En las continuadoras malagueñas, David quiso igualmente establecer su inquietud musical por encontrar nuevos aportes con el recuerdo de la creatividad de su comprovinciano Francisco Lema “Fofosforito”, mas edulcorando la melodía con ciertas aproximaciones a Morente y determinada falta de estructura melódica por evocar los barrocos melismas del granaíno; mejor y más centrado estuvo en la de su paisano Enrique el Mellizo por las resonancias de Aurelio.

En cuanto a las soleares, Palomar concibió un recorrido que favorecía la adecuación rítmica del estilo, así como sus condiciones tonales. Comenzó por Juaniquín de Lebrija para establecer los ecos de Curro Frijones con tonos de Agujetas y poder meterse de lleno en Enrique el Mellizo, seguidamente se subió a los matices trianeros de Ramón el Ollero, para descender hacia la especial y campesina personalidad de El Chozas de Jerez  y finalizar por su paisano Paquirri el Guanté. En los tanguillos reiteró el establecimiento de las personalidades de Chano Lobato y Pericón de Cádiz, principalmente. Y en las bulerías se olvidó del acelerado ritmo de su tierra para centrarse en los ecos de Jerez y ciertas modernidades de Pansequito del Puerto, así como puesta en escena de Beni de Cádiz, con coplas que se adaptan poco al ritmo y compás del estilo.

Buen recuerdo el establecido de Diego el del Gastor por la guitarra de Ricardo Rivera, con fases en las que demostró cierta sensibilidad musical y determinado virtuosismo, a la vez que se acoplaba con precisión en el diapasón y cierta búsqueda de nuevos argumentos musicales con su acompañado.
Rafael Valera Espinosa
Presidente de la Peña Flamenca de Jaén
Flamencólogo