jueves, 6 de junio de 2013

Palabras de Juan Antonio Ibáñez.

Me han pedido que, en nombre de todos mis compañeros, dirija unas breves palabras en este acto de amistad y recuerdo. Debo decir que cualquiera de ellos me gana en sabiduría y belleza oratoria, pero… será por los años, la veteranía, qué se yo... Así que, hablaremos.

En principio, es necesario acudir a la memoria y situar la mirada allá por 1978. Pepe Cruz era, entonces, Presidente de la Peña flamenca de Jaén.

A propósito, ¿os acordáis de su sencilla esplendidez a la hora de invitarnos a beber la sangre derramada de la siguiriya? Pepe,

                        Por siguiriyas,
                        arrancaste el grito al tiempo
                        y tembló Manuel, desde el único destierro.
                        Por siguriyas,
                        nos diste un mundo de agonías y silencio,
                        de figuras sin sombra y almas en duelo.
                       
Pero, sigamos. En ese año, 1978, entre Pepe Cruz, Ramón Porras que hace la propuesta, Fausto Olivares, inolvidable y llorado, y éste que les habla,  se decide, entre otros, crear un boletín de nombre “Candil”, para visualizar el trabajo de la entidad jaenera y que, a la vez, fuera escaparate de interesantes colaboraciones en torno al flamenco. Boletín que en marzo del siguiente año, en su número cuatro, pasa a llamarse Revista de Flamenco. 

Ya en este tiempo todo un equipo de peñistas y colaboradores formaban una sólida base para convertir a la revista CANDIL en la publicación más importante que el flamenco ha tenido durante muchos años, y si es posible seguirá teniendo. Me refiero a Pedro Sánchez, Juan José Carrascosa, Manuel Urbano, Jesús Lechuga, Agustín Gómez, Rafael Valera, José Luis Buendía, Leovigildo Aguilar  y un largo etcétera, cuya presencia, de buena parte de ellos, hoy  lo certifica.

Esto es historia. Y la historia la han hecho los hombres y mujeres de la Peña Flamenca de Jaén. Cuarenta y dos años de camino recorrido. Algunos ya no nos acompañan, se quedaron en “la vereita de en medio y una reyerta de soles nos hundió en la oscuridad”.

En su día  escribí, y lo digo ahora de nuevo,  que “se habían roto sonrisas, ocultado gestos y desdibujada toda una geografía de afectos, pero que están ahí con sus definidos semblantes, esculpidos en el gran retablo de la amistad que permanece; y cuando estos amigos se fueron “el grito rompió la armonía del silencio”.

En nombre de ellos y los que aquí estamos esta noche, gracias. Gracias, porque esta distinción no es nuestra, es una distinción a compartir por todos aquellos que hicieron el pasado; para los que hacen el presente y proyectan  el futuro de esta entidad flamenca.

Pero, no lo olvidemos, asimismo, la distinción, pertenece a estudiosos, investigadores, periodistas y colaboradores en general que eligieron Candil como vehículo comunicativo de sus trabajos.

Y permitidme, muy brevemente -con más exactitud, lo ha hecho, Manuel Martín uno de los más significados profesionales de la crítica y la información que la revista acoge-, que Candil, nuestro Candil, ha ido ampliando sus documentados archivos, hasta formar un imprescindible y esencial patrimonio, para todo aquel que quiera averiguar, conocer y profundizar en el más firme rescoldo artístico y más lleno de elementos diferenciadores de Andalucía como es El Flamenco.

El flamenco, así es, cuyo principal argumento es que nace con la vida, dialoga con la muerte y tiende las manos en compás de infinitos deseos, deteniéndose, desde luego, en los desplantes que da el destino. Destino que, una vez más, nos ha dejado el dolor reciente por la pérdida  de un ser querido, amigo, entrañable, portavoz de las esencias cantaoras de su padre: Manolo Canalejas.

Sé que también para ustedes el adiós que nos diera Fernando Arévalo, dolió. Personalmente, para mi representó la despedida antes de tiempo de un compañero, valedor de una amistad grande y cierta. Los dos, él y yo, siempre nos situamos bajo el baluarte de la libertad.

Volviendo al tema para el que hemos sido convocados, quizás fuera obligado unir a la memoria escrita de Candil, la palabra. Palabra que siempre fue acogida en esta Peña con especial y generoso entusiasmo. ¡Cuántas lecciones de sabiduría flamenca nos fueron impartidas en más de cuatro lustros! Podíamos enumerar cientos, pero se impone la brevedad.
Por tanto, mi recuerdo, nuestro recuerdo, para el galardonado Premio Cervantes, José Manuel Caballero Bonald, lógicamente, colaborador de "Candil", que en aquellos primeros años y en inolvidable velada nos dejara, en abierta charla premiada con el aplauso, su profundo y avanzado estilo literario. Un joven José Menese nos acompañó y cantó aquel día.

Y, de aquellas noches, de otros momentos irrepetibles, el hermoso regalo que nos diera  Fernando Quiñones, escritor y amigo de Jaén, firma imprescindible en Candil. Definitivo su amor a esta entidad, cuando escribe:

En la enésima noche
del Condestable Iranzo vuelto
Rosario o manolito
María, y a través
del tiempo, de la mora
Ciudad a la que tumban
los cheques miserables de las Inmobiliarias,
una enésima noche, un año más, te besa
la boca oscura de la guitarra
y la noche lo es todo.
Cuando ya no haya más,
cuando ya no haya más que americanos
y Bancos, cuando todo
-hasta un tercio de Soleá-
se compre, ya a esta Peña Flamenca de Jaén
no habrá quien la derribe
puesto que ahora y aquí
la comulgamos, la tenemos,
la dejamos aquí entre todos
clavada en este papel
entre la luz locuaz y eterna
de la guitarra y de las voces.

Buenas noches y de nuevo gracias.
    
Y una Fe de erratas. Así se escribe la Historia:

Circulan o navegan por internet, unos datos biográficos de la Peña Flamenca de Jaén en referencia a la presencia, en enero de 1972, de Antonio Mairena, patriarca e impulsor indiscutible de una pureza que se impuso necesaria para bien del cante. Habrá que hacer una salvedad: cuando Antonio Mairena viene a Jaén, a presentar la segunda edición del libro "Mundo y formas del cante flamenco", escrito junto a Ricardo Molina, en compañía de su hermano Curro y acto organizado conjuntamente por la Peña y la emisora Radio Popular de Jaén, sólo cantan Antonio y Curro Mairena,  un joven cantaor de Granada, El Curro con las guitarras de Francisco Manuel Díaz y Niño de Lucía.

Los aludidos como intervinientes en el acto –Paco Clavero, El Pele y Gitanillo de Vélez-, sí estuvieron en otras reuniones organizadas por la Peña Flamenca de Jaén, pero en fechas totalmente distintas a las que se señalan.

Peña Flamenca de Jaén, 22 de mayo de 2013.

domingo, 2 de junio de 2013

Esencia cordobesa en Jaén.

José Gersol Villatoro, más conocido como “Niño de Cabra” -sin ningún emparentamiento con Cayetano Muriel- a comienzos de los sesenta del siglo pasado hizo de Jaén su segunda patria chica. Aquí se crió, formó, trabajo y casó con la jiennense Puri Ayllón Díaz, con la que ha tenido seis vástagos, los cuales especifican su transmitida afición flamenca a través del cante, el baile y la guitarra. Por todas estas circunstancias Pepe Gersol fue elegido para abrir la XXVIII Semana de Estudios Flamencos de Jaén, la cual está dedicada a homenajear a “Los Flamencos de (o en) Jaén”, por su amplia labor desarrollada en los quehaceres de la revista Candil, principalmente.
Tras la presentación de los acontecimientos literarios y artísticos que se enmarcan en la citada Semana, el egabrense comenzó su recital con el acompañamiento de la guitarra de su amigo Antonio Rueda, recurriendo a los considerados cantes gañanes, o tonadas campesinas, o también temporeras. Así, los primeros tonos con fuerza y conocimiento los estructuró por los considerados de ara, para enlazarlos con los de siembra (aunque aquí resaltó los versos y tareas de la recogida de la aceituna) y rematar con los comúnmente denominados de siega. Seguidamente evocó sus influencias de “el de los Lobitos” por las formas de Menese a través de las marianas, estructurando así sus facultades para acometer el polo con recuerdos de Curro de Utrera, habiendo establecido primeramente su tono cantaor por soleá apolá –considerada de preparación- , y tras dos letras por el estilo, rematar con otra apolá de Triana.
Cambió el tercio y reivindicó su esencia cordobesa con fandangos de Lucena, en un primer acercamiento a Cabra, también al considerado verdial de la zona, así como a la creatividad de Rafael Romero por rondeña, igualmente a la su paisano Cayetano Muriel, para rematar por el zángano de Puente Genil. Abundó seguidamente en el compás del dos por ocho con tientos y matices heredados de El Gallina y El Matrona por Menese, para derivar al localismo gaditano del estilo con entremezcla de Pastora Pavón en los tangos, significando en su continuación su conocimiento de la recreación del Titi de Triana, el recuerdo de Antonio El Chaqueta, y los matices ancestrales de los gitanos del Monte de Granada.
En la soleares se centró en un camino tonal que fue de Enrique el Mellizo a Frijones de Jerez, aquí con sonoridades de “El Borrico”, para proseguir por Joaquín el de la Paula, Juaniquín y La Roesna. En la farruca estableció reposamiento y facultades, y en las cantiñas-alegrías volvió a evocar en el comienzo a Curro de Utrera, para incidir seguidamente en los ecos gaditanos, y retomar el localismo cordobés. Sus siguiriyas establecieron su amplio del conocimiento del estilo con una inicial por Juan Junquera a través de Manuel Torre, para incidir después en la creatividad de Tío José de Paula, volver a Juan Junquera y rematar por la cabal se Silverio con entremezcla de tonos de El Loco Mateo. Finalizó con fandangos de El Pichichi, El Carbonerillo y Manuel Vallejo.

Rafael Valera Espinosa (presidente de la Peña Flamenca de Jaén y flamencólogo).