
Después me reclamaba Fernando Arévalo -para en horas intempestivas y que no contaran como extraordinarias de los profesionales de turno- les grabara un programa flamenco que idearon ambos, el cual posteriormente (y tras surgir nuestra amistad por mi afición) retomé por su maestría teórica que se emitió durante cinco años. Por lo referido, Fernando Canalejas fue mi primer maestro en estos menesteres. Posteriormente nuestra amistad se acrecentó, vivimos con pasión muchos festivales en los que me aclaraba conceptos explicativos de las escuelas flamencas hasta que ciertas diferencias teóricas nos separaron sin desunirnos en la amistad.
Él defendía a capa y espada la escuela del gaditano Aurelio Sellé “El Tuerto de Cádiz” por soleares y siguiriyas. Yo discrepaba –en función de mis adquiridos conocimientos establecidos por otros amigos como Ángel García- que Aurelio era un maestro, mas sin facultades para establecer la grandeza primigenia de los cantes gaditanos, la cual si habían establecido Juanito Mojama, Pericón de Cádiz o Benito Rodríguez “Beni de Cádiz”, y me extrañaba que –pienso que por reparos éticos y personales- no resaltara en más ocasiones a su padre, maestro donde los hubiera de los cantes gaditanos.
Era persona de ancestrales costumbres gaditanas y jaeneras. En Viernes Santo se obligaba a venerar a Nuestro Padre Jesús “El Abuelo” con su traje azul marino. Sus vacaciones no podían –por respeto y cariño a su familia paterna- ser fuera del flamenco pueblo de Puerto Real. Sus tertulias siempre en lugares famosos de buen vino. Y sus sentimientos incardinados hacia nuestro arte y su inefable Andalucía. “Soy del Sur, de Andalucía, la tierra más culta y de más arte del mundo conocido. Diez mil años hace que sobresalieron los Tartesios…” Decía y con razón.
Fernando Canalejas siempre defendió su cultura flamenca, raíces artísticas, las formas simples de los andaluces y sus reivindicaciones generales sin menospreciar las de otras poblaciones cercanas a nuestros entornos geográficos. Casi nunca comulgaba con lo no establecido como andaluz aunque lo tolerara, mas siempre constatando con determinada diplomacia sus opiniones ante planteamientos diversos. La naturaleza no le dio la voz adecuada para expresar el arte flamenco con rotundidad, pero sí el conocimiento.
Rafael Valera Espinosa
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