Nuevamente el flamenco se viste de
luto. Como todo en la vida, en nuestro arte sucede igualmente. Mas, como las
vivencias han sido intensas, y numerosas en el tiempo, estos acontecimientos
luctuosos nos parecen de más intensidad y nos van confirmando que “Todo pasa y todo llega”. Ha muerto Juan
Peña Fernández “El Lebrijano”. Otro entrañable amigo que ha venido llenando de
música flamenca nuestra existencia con una trayectoria jalonada de méritos e
intentos de contrastar –generalmente con aciertos- musicalmente culturas que
han podido mantener alguna afinidad con su arte, lo cual le permitió ocupar un
lugar preferente en el escalafón histórico de los artistas andaluces,
nacionales e internacionales.
Juan “El Lebrijano” supo mediatizarse en sus comienzos con el arte de
su entorno familiar y artístico, el que hubieran deseado innumerables figuras
flamencas. En su día me refirió en relación con el protagonismo que tienen los
artistas aficionaos que “Es muy importante
conocer a esta gente y recuerdo con mucho cariño –como buena cantaora sin ser
profesional- a Fernanda La Pinini; también al “Borrico de Jerez”, al cual he
escuchao como creo que no había escuchao antes a nadie; y puedo seguir
enumerando así a muchos artistas como a Tía Anica “La Piriñaca”, a Tío Bacán, a
mi padre, a mi tío Bastían, a mi tío Perrate, a Juaniquí, al Chozas…”
Recuerdo con especial emoción sus
discos “La palabra de Dios a un gitano”, de 1972, y “Persecución”, de 1976, en
colaboración con el también desaparecido poeta Felix Grande, en el que incluyó
sus cantes por “galeras” y “caravanas”, y que posteriormente me las definió
así: “La galera es una música nueva que
tiene la influencia de lo que tú quieras, pero que no se le parece a nada” y, “Para mí el cante por caravanas es mejor
que las galeras. Lo que pasa es que el tema de la caravana no está terminao y
el de la galera sí, pero como tengo cuarenta años (risas) ya lo terminaré”.
Después publicaría entre otros, trabajos de la talla de Ven
y sígueme, con Rocío Jurado y el Manolo
Sanlúcar. Encuentros, con la Orquesta Andalusí de Tánger y Paco
Cepero. Tierra, con letras de
Caballero Bonald. Casablanca. Lágrimas de cera. Sueños en el aire. El Lebrijano con Manolo Sanlúcar y
Pedro Peña. Puertas abiertas. Cuando Lebrijano canta se moja el
agua, con su sobrino Dorantes y letras de Gabriel
García Márquez, etc.
Fue un artista valiente
que abordó cualquier idea que tuviera algunos visos flamencos para poder
cuadrarla en los ritmos y los compases de nuestra universal música, mas siempre
con un criterio firme y netamente musical: “La
ortodoxia es la ortodoxia, pero la ortodoxia sin la heterodoxia tampoco sería
tan…” (Sic) Y más adelante: “Lo que
quiero decir es que la ortodoxia está muy bien, porque si no sabes la ortodoxia
como te vas a salir, estás pecando, no sirves”.
Descansa en paz.
Rafael Valera Espinosa
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