Semanas pasadas,
con motivo del V Congreso Internacional de Peñas Flamencas de Málaga. Uno de
los organizadores, Diego Pérez, a su vez Presidente de la Federación Provincial
de peñas malagueñas, en la presentación del mismo argumentaba que estaban
desapareciendo las primeras figuras del arte flamenco: “Se echa de menos a cantaores como Juan Peña “Lebrijano”, José Menese,
Camarón…” A veces, muchos aficionados consideramos que este tipo de
declaraciones tienen cierto tipo de nostalgia por lo vivido en estos últimos
cincuenta años, mas no sin razón.
Desde el Concurso
Nacional de Arte Flamenco de Córdoba de 1956, siempre ha existido un colectivo
de cantaores flamencos (solo me voy a limitar al cante) que han estado en lo
alto del escalafón: Juan Talega, Antonio
Mairena, Rafael Romero, Manolo Caracol, Canalejas, El Sevillano, Fosforito,
Juan Varea, Bernardo el de los Lobitos, etc. Más tarde, en la década de los
sesenta continuaban muchos de los citados y, además, se les sumaban Chocolate, La Paquera, Terremoto de Jerez,
Manuel Agujetas, Manuel Mairena, Pepe Menese, Beni de Cádiz, Lebrijano… Al
comienzo de los setenta ya eran figuras Chano
Lobato, Camarón, Enrique Morente, Calixto Sánchez, Carmen Linares, Diego Clavel
y muchos más.
A partir de los
ochenta, la nómina se fue diversificando entre los que se mantenían en la línea
ortodoxa y los que iniciaban nuevos movimientos o adaptaciones vanguardistas de
nuestro arte como los citados Enrique
Morente y Juan Peña “Lebrijano”,
y otros de enjundia y prestancia flamenca como Vicente Soto “Sordera”. En esta década comienzan a sobresalir artistas
ganadores del Concurso cordobés como El
Cabrero, El Pele, José Mercé, Vicente Soto “Sordera”, Mayte Martín… Mas, la
mayoría de estos últimos no han alcanzado el liderazgo flamenco de los
referidos de épocas anteriores. Que
conste, nadie duda de su calidad flamenca y del disfrute que nos producen sus
grabaciones e interpretaciones en festivales, pero estás figuras de hoy pienso
que no mantienen la misma tesitura –o no se les solicita su colaboración- como las anteriores a acudir con modestia
económica a los añejos espectáculos mayoritarios de Andalucía.
Tengo la alegría
de comprobar cómo las nuevas figuras del cante flamenco mantienen un nivel de
calidad interpretativa y de conocimientos sobre nuestro arte como no ha
existido nunca. Considero que esta circunstancia predispone a crear su propia
escuela flamenca y a no considerarse seguidores de un artista consagrado.
Lógico y legítimo. Sin embargo, particularmente para mí, y por citar un ejemplo,
ni a La Paquera ni a Beni de Cádiz los considero “caracoleros”,
aunque también. Solo hay que detenerse en su escucha y analizar cuál es la
estructura y la sonoridad de su cante. La primera, la considero de Pepe Pinto y de los que le antecedieron,
la segunda es ciertamente caracolera, pero con singular
personalidad, lo mismo que en la actualidad evoca El Pele.
Reitero que hay
muchos, magnificos, prestantes y buenos/as cantaoras/es flamencos actualmente
¿Pero tienen liderazgo en el escalafón o en el caché artístico?
Rafael
Valera Espinosa
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