Comentaba en la columna anterior las influencias artísticas que Manolo
Sanlúcar había recibido de Javier Molina a través de su padre, de Ramón
Montoya, ‘Niño Ricardo’ o del autodidacta ‘Diego el del Gastor’.
A partir de aquí, la carrera artística
de nuestro protagonista está jalonada de capítulos pedagógicos en los que sus
acompañamientos –tras estructurar su singular personalidad- a sonoros cantaores
de la historia del flamenco, en la segunda mitad del siglo XX, como La
Paquera, El Chato de la Isla, Manuel Agujetas o Enrique Morente,
sobre todo en los tablaos madrileños, van acrecentando su sabiduría, su dominio
del instrumento, su musicalidad, y también su fama. Sin embargo, sus
inquietudes no podían circunscribirse solo a estos menesteres, su intelecto
creativo le exigía ir más adelante, a configurar en el pentagrama toda una
enriquecedora obra musical y flamenca que aportara y demostrara a la humanidad
toda la grandeza de esta universal cultura.
Y el ya maestro comienza a estructurar su pensamiento creativo a través
de las cuerdas de su guitarra, de las orientaciones a otros músicos que le
acompañan o le piden ayuda y opinión, y del estudio de la música, en general.
Todo esto se inicia una vez que el éxito de su “Caballo Negro”, composición que precede a una obra en la que había
marcado sus cualidades artísticas, como es “Mundo
y formas de la guitarra flamenca”, le da la estabilidad en cierto modo
emocional, pero sobre todo económica. Logra con su personal arte lo que otros
adquirieron siendo contratados o becados por cardenales, príncipes y reyes.
Así, su “Fantasía para guitarra y
orquesta” se erige en la obra donde la guitarra flamenca toma todo el
protagonismo ante el resto de instrumentos de una orquesta sinfónica, y como
han dicho algunos:
“Una
obra de fusión sin esfuerzo aparente, con naturalidad y sin perder el
equilibrio de dos corrientes musicales consideradas lejanas e incluso
antagónicas”.
Después aparecería “...Y
regresarte”, un sin par canto al genial poeta Miguel Hernández, en el que
brilla con esplendor la pieza “Ruiseñor y
mirlo”.
El tiempo pasa y su obra se va ampliando con “Al viento”; “Ven y sígueme”,
con El Lebrijano y Rocío Jurado, y desarrollada sobre la base de
una idea del cantaor; “Medea”, música
compuesta para la representación de la obra por el Ballet Nacional de España, y
en la que muestra su enorme capacidad musical para estructurar cualquier obra
artística; “Trebujena”, “Testamento andaluz”, “Soleá”, etc. Mas es “Tauromagia” la
obra emblemática de este sanluqueño, la más apreciada por todos los
guitarristas flamencos, y por la que nuestro músico siente una especial
predilección. Después vendrían más composiciones como “Aljibe. Sinfonía andaluza”, “De Triana a Sevilla”, “Viva la Blanca
Paloma”, “Locura de brisa y trino”...
Ante todo, este inmenso caudal de arte ¿Quiénes pueden negar que Manuel
Muñoz Alcón “Manolo Sanlucar” sea genial músico y flamenco? ¿Quiénes pueden
dejar de sustraerse a su magisterio…? No temamos a la orfandad porque no la
tenemos.
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