jueves, 21 de septiembre de 2017

Por soleá. MANOLO SANLÚCAR. MÚSICO FLAMENCO (y II).

Comentaba en la columna anterior las influencias artísticas que Manolo Sanlúcar había recibido de Javier Molina a través de su padre, de Ramón Montoya, ‘Niño Ricardo’ o del autodidacta ‘Diego el del Gastor’. A  partir de aquí, la carrera artística de nuestro protagonista está jalonada de capítulos pedagógicos en los que sus acompañamientos –tras estructurar su singular personalidad- a sonoros cantaores de la historia del flamenco, en la segunda mitad del siglo XX, como La Paquera, El Chato de la Isla, Manuel Agujetas o Enrique Morente, sobre todo en los tablaos madrileños, van acrecentando su sabiduría, su dominio del instrumento, su musicalidad, y también su fama. Sin embargo, sus inquietudes no podían circunscribirse solo a estos menesteres, su intelecto creativo le exigía ir más adelante, a configurar en el pentagrama toda una enriquecedora obra musical y flamenca que aportara y demostrara a la humanidad toda la grandeza de esta universal cultura.

Y el ya maestro comienza a estructurar su pensamiento creativo a través de las cuerdas de su guitarra, de las orientaciones a otros músicos que le acompañan o le piden ayuda y opinión, y del estudio de la música, en general. Todo esto se inicia una vez que el éxito de su “Caballo Negro”, composición que precede a una obra en la que había marcado sus cualidades artísticas, como es “Mundo y formas de la guitarra flamenca”, le da la estabilidad en cierto modo emocional, pero sobre todo económica. Logra con su personal arte lo que otros adquirieron siendo contratados o becados por cardenales, príncipes y reyes.

Así, su “Fantasía para guitarra y orquesta” se erige en la obra donde la guitarra flamenca toma todo el protagonismo ante el resto de instrumentos de una orquesta sinfónica, y como han dicho algunos:

“Una obra de fusión sin esfuerzo aparente, con naturalidad y sin perder el equilibrio de dos corrientes musicales consideradas lejanas e incluso antagónicas”.

Después aparecería “...Y regresarte”, un sin par canto al genial poeta Miguel Hernández, en el que brilla con esplendor la pieza “Ruiseñor y mirlo”.

El tiempo pasa y su obra se va ampliando con “Al viento”; “Ven y sígueme”, con El Lebrijano y Rocío Jurado, y desarrollada sobre la base de una idea del cantaor; “Medea”, música compuesta para la representación de la obra por el Ballet Nacional de España, y en la que muestra su enorme capacidad musical para estructurar cualquier obra artística; “Trebujena”, “Testamento andaluz”, “Soleá”, etc. Mas es “Tauromagia” la obra emblemática de este sanluqueño, la más apreciada por todos los guitarristas flamencos, y por la que nuestro músico siente una especial predilección. Después vendrían más composiciones como “Aljibe. Sinfonía andaluza”, “De Triana a Sevilla”, “Viva la Blanca Paloma”, “Locura de brisa y trino”...

Ante todo, este inmenso caudal de arte ¿Quiénes pueden negar que Manuel Muñoz Alcón “Manolo Sanlucar” sea genial músico y flamenco? ¿Quiénes pueden dejar de sustraerse a su magisterio…? No temamos a la orfandad porque no la tenemos.


Rafael Valera Espinosa

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