Corrían los últimos años de la musical y creativa década de los sesenta cuando el colectivo primigenio de la Peña Flamenca de Jaén establecía sus contactos y sus cuartos de cabales en los aledaños y centro del conocido "Callejón", hoy calle del Arco del Consuelo, concretamente en "Casa Adriano", antes "Restaurante Monterrey", "Casa Andrés", "La Manchega", "Casa Gorrión"...
Por soleá. EL CANTE, BASE PRIMORDIAL FLAMENCA (y II)
La semana pasada
recuperaba la sentenciosa declaración de Manuel
Moreno Jiménez ‘Morao de Jerez’: “No
entiendo por qué tiene tanto protagonismo el baile”. Y he de reiterar su
siempreactualizada visión de nuestro
arte. Mas, hemos de considerar que los tiempos han cambiado. Cierto que el
cante siempre ha sido el impulsor del progreso de esta universal música. Hay
que tener en cuenta que un cantaor con un guitarrista flamenco han podido
siempre estar en cualquier rincón de nuestra geografía –hasta en los tiempos
más antiguos de nuestro arte- y ofertar un espectáculo flamenco de categoría
sustanciosa. La historia de la guitarra flamenca –sin el cante- por sí sola ha
estado huérfana hasta que Paco de Lucía
monta sus espectáculos en los que él es el protagonista, el cantaor se
subordina a ser el vocalista del grupo (adecuado ejemplo fue su hermano Pepe de Lucía), el bailaor es otro
componente más del mismo, y además incorpora el cajón de Rubén Dantas y otros instrumentos como el bajo eléctrico, el saxo o
la flauta flamenca, en función de su creatividad musical. Por otro lado, el
baile siempre ha necesitado y necesita de cantaores, guitarristas,
escenografías y aforos para establecer un adecuado espectáculo.
Matilde Coral
Todo ha cambiado y
progresado, en función de los aspectos económicos y, muy concretamente, por la
popularidad que el flamenco ha venido estableciendo como universal cultura del
pueblo andaluz. Las academias de baile se han ido multiplicando, la creación de
recintos se han institucionalizado, y la afición se ha ido incrementando sobre
esta disciplina, entre otros aspectos porque generalmente muchos aspirantes
pueden intentar ser destacadas figuras sin quemarse en un escenario formando parte
de un grupo de baile triunfador o no. El cantaor o tocaor ‘alante’ –como decía ‘Chano Lobato’- debía y debe de tener
la suficiente calidad para progresar como artista en el difícil mundo del
flamenco.
Farruco
Las academias de
cante son minoritarias –por no citar casi irrelevantes-; las de guitarra
–gracias a los conservatorios- son más numerosas, mas no tanto como debieran
para que sobresalieran con la calidad de autodidactas y sonoros nombres como el
citado Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar,
Paco Cepero, Enrique de Melchor, Antonio Carrión, etc.; y las de baile
existen a millares porque varias composiciones de figura bien estructuradas,
tres o cuatros pasos de baile, algunas que otras simples coreografías y medidas
del escenario, son realizadas por incipientes aficionadas/os con determinadas
virtudes flamencas, sin llegar a destacar como cualificadas/os para ostentar la
versatilidad flamenca de, insisto, autodidactas como Eduardo Serrano “El Güito”, Mario Maya, Antonio Montoya “Farruco”,
Matilde Coral, Antonio Gades, Milagros
Mengibar, Manuela Carrasco, “El Mistela”, Javier Latorre, Blanca del Rey,
Isabel Bayón… y no sé cuántas/os más.
Los concursos
siempre destacan a los ganadores del cante, aunque en los últimos tiempos
también a los del baile y la guitarra. Mas, a la pregunta ¿quién ha ganado el
concurso…? siempre figura el cantaor. ¡Qué razón tiene
‘El Morao’!
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