martes, 31 de enero de 2017

Por soleá. EL CANTE, BASE PRIMORDIAL FLAMENCA (y II)

La semana pasada recuperaba la sentenciosa declaración de Manuel Moreno Jiménez ‘Morao de Jerez’: “No entiendo por qué tiene tanto protagonismo el baile”. Y he de reiterar su siempre  actualizada visión de nuestro arte. Mas, hemos de considerar que los tiempos han cambiado. Cierto que el cante siempre ha sido el impulsor del progreso de esta universal música. Hay que tener en cuenta que un cantaor con un guitarrista flamenco han podido siempre estar en cualquier rincón de nuestra geografía –hasta en los tiempos más antiguos de nuestro arte- y ofertar un espectáculo flamenco de categoría sustanciosa. La historia de la guitarra flamenca –sin el cante- por sí sola ha estado huérfana hasta que Paco de Lucía monta sus espectáculos en los que él es el protagonista, el cantaor se subordina a ser el vocalista del grupo (adecuado ejemplo fue su hermano Pepe de Lucía), el bailaor es otro componente más del mismo, y además incorpora el cajón de Rubén Dantas y otros instrumentos como el bajo eléctrico, el saxo o la flauta flamenca, en función de su creatividad musical. Por otro lado, el baile siempre ha necesitado y necesita de cantaores, guitarristas, escenografías y aforos para establecer un adecuado espectáculo.

Matilde Coral
Todo ha cambiado y progresado, en función de los aspectos económicos y, muy concretamente, por la popularidad que el flamenco ha venido estableciendo como universal cultura del pueblo andaluz. Las academias de baile se han ido multiplicando, la creación de recintos se han institucionalizado, y la afición se ha ido incrementando sobre esta disciplina, entre otros aspectos porque generalmente muchos aspirantes pueden intentar ser destacadas figuras sin quemarse en un escenario formando parte de un grupo de baile triunfador o no. El cantaor o tocaor ‘alante’ –como decía ‘Chano Lobato’- debía y debe de tener la suficiente calidad para progresar como artista en el difícil mundo del flamenco. 


Farruco
Las academias de cante son minoritarias –por no citar casi irrelevantes-; las de guitarra –gracias a los conservatorios- son más numerosas, mas no tanto como debieran para que sobresalieran con la calidad de autodidactas y sonoros nombres como el citado Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar, Paco Cepero, Enrique de Melchor, Antonio Carrión, etc.; y las de baile existen a millares porque varias composiciones de figura bien estructuradas, tres o cuatros pasos de baile, algunas que otras simples coreografías y medidas del escenario, son realizadas por incipientes aficionadas/os con determinadas virtudes flamencas, sin llegar a destacar como cualificadas/os para ostentar la versatilidad flamenca de, insisto, autodidactas como Eduardo Serrano “El Güito”, Mario Maya, Antonio Montoya “Farruco”, Matilde Coral,  Antonio Gades, Milagros Mengibar, Manuela Carrasco, “El Mistela”, Javier Latorre, Blanca del Rey, Isabel Bayón… y no sé cuántas/os más.

Los concursos siempre destacan a los ganadores del cante, aunque en los últimos tiempos también a los del baile y la guitarra. Mas, a la pregunta ¿quién ha ganado el concurso…? siempre figura el cantaor. ¡Qué razón tiene ‘El Morao’!

Rafael Valera Espinosa

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