“HE CANTAO JUNTO A
TOMAS PAVÓN.”
Corría el verano
del año 1983 cuando Tomás Ortiz Ibáñez y yo, en su entonces prestante R-7, nos
trasladamos a Jerez de la Frontera para pasar unos días de vacaciones juntos a
los flamencos de las peñas de Manuel Carpio “El Garbanzo”, de “Los Cernícalos”,
de “La Buena Gente”, etc., y acercarnos también al bello pueblo de Arcos de la
Frontera para vivir una jornada con los amigos de la Peña Flamenca de la
localidad, fundada entre otros por el poeta Antonio Murciano. Habíamos
establecido amistad en el homenaje que años antes se le había rendido a Manuel Torre en su tierra natal, Jerez,
organizado por la Cátedra de Flamencología de la ciudad del vino fino.

Como fue un
artista que no gozó del conocimiento debido entre los aficionados en general,
antes quiero referir parte de su biografía para una mayor claridad de nuestro
interés por su carrera artística. De él se puede leer en Internet:
MANUEL GALLARDO TÉLLEZ,
cantaor payo, más conocido en el mundo del arte del cante flamenco con el
nombre artístico de MANOLO ZAPATA, nació en Arcos de la Frontera (Cádiz) en el
año de 1912 y murió en su ciudad natal en 1990. A partir de 1930 aparece ya en
los carteles de espectáculos flamencos celebrados en su pueblo. Dedicado
principalmente al trato y a la cría de caballos, la imagen de Zapata, con su
sombrero cordobés y su elegante prestancia, se paseó por distintos escenarios,
siempre mostrando el mejor cante.
Manolo
Zapata, que ilustró numerosas conferencias y recitales del poeta arcense
Antonio Murciano, fue un excelente intérprete de tarantas, fandangos,
malagueñas o soleares y una referencia viva de las sobrias y primitivas saetas
de Arcos, entre el canto gregoriano y las antiguas tonás flamencas, de las que
dejó grabado notables ejemplos. En recordando los cantes de Cádiz en el numero
7 Manolo Zapata nos canta unas Saeta Vieja de Arcos.”
El comienzo de la
entrevista lo enfoqué en el relato de su vida.
Rafael
Valera: ¿Cómo se
crió, Manuel?
Respuesta:
“¡Huy! Yo le temía a mi padre como una vara
verde, porque a mí de chico me escucharon cantar y querían que me fuera a una
compañía, pero estaba criao de una forma que no era posible eso. A mí me
escuchó cantar “El Carbonero” –se refería a Manuel Vega García “El Carbonerillo”-, que era el que quería
que me fuera con él. Me decía ¡Vente! ¡Vente! ¡Vente! Pero claro, no me fui.
Quizás hubiera sido una figura flamenca, pero también podía haber sido un
desgraciado, y esto último me pudo más.”
P:
¿Qué recuerdos
tiene de “El Carbonerillo”?
R:
“Yo
tengo buenos recuerdos de él. Ya he dicho que me escuchó cantar y quería que me
fuera. Sus fandangos eran primorosos y difíciles de hacer, ¡muy bonitos! El
fandango es lo que más se pega. Tenía un eco tan bonito que se paladeaba.
También cantaba soleares y otros estilos, pero sus fandangos eran los que más
me gustaba. Por supuesto que yo aprendí algunos fandangos suyos, y de vez en
cuando, cuando encarta, los canto; cuando no, pues hago otros cantes. Canto por
soleares, canto por siguiriyas, y eso si que es difícil, porque casi nunca hago
la siguiriya. Canto por malagueñas, canto tarantas… Y a propósito de las
tarantas, cuando estuve en Linares, que fui a cantar tarantas, allí estaba el
alcalde de Jaén, al cual le gustó mucho mi cante.”
P: ¿Cómo un cantaor de Arcos, zona tan distante de
Linares, realiza precisamente las tarantas de esta tierra?
R:
“¡Hombre!
Cada uno es aficionao y se queda con los ecos que más le gusta. También hay que
tener buen oído. Yo he escuchao a una persona y al día siguiente, estando yo en
mi casa, porque mi padre era tratante, ahora te hablo de mi crianza, siempre
tenía tres o cuatro caballos en la cuadra de mi casa y yo era el encargao de
ellos. Y como te digo, estando allí y acordándome de lo que había escuchao,
comenzaba a tararear hasta que lo sacaba. Así he aprendío yo a cantar.”
R:
“Pues
en el teatro. De los tres o cuatro cantaores que actuaban en el teatro, como
hubiera alguno que me gustara, ese lo sacaba yo al día siguiente. Pero no solo
en el teatro de Arcos, sino también en Jerez, en Córdoba, que hice el servicio
militar. Me acuerdo que limpiando los caballos por la mañana, las mujeres
pasaban al mercao, yo hecho un chavea, y me sentían cantar asomás a la ventana
de la cuadra y me decían ¡Olé tus cojones…!”
P:
Aparte de “El
Carbonerillo”, ¿ha convivido con más
artistas flamencos?
R:
“¡No!
Convivir con ninguno. He coincidido con algún cantaor y sí hemos echao un
rato.”
P:
¿Cuál ha sido el
cantaor antiguo que más le ha gustado?
R:
“No
puedo decir cuál es. Me acuerdo que una noche estuve cantando con Tomás Pavón en Castilleja de la Cuesta.
La víspera del Corpus, estuve toa la noche con él. Yo estuve con José Cantos Ropero, que ya murió. Ese
hombre ha dejao en cintas grabas lo que no sabe nadie. Tenía cajones y cajones
de cintas, que ahora tiene su mujer. Eso vale una fortuna.”
P:
¿Pero qué
recuerdos tiene de ese día con Tomás Pavón?
R:
“Aquella
mañana estaba en la esquina de la calle Sierpes y me acuerdo que me daba el sol
de cara, y yo estaba haciendo el ridículo, porque había echao la noche por alto
con el notario y estuvimos en una casa de fulanas. Bueno, yo había ido con el
notario haciendo un servicio, me perdí, y estuve entonces en Castilleja, porque
el notario me dijo que no me necesitaba hasta otro día. Y claro, eché toa la
noche con Tomás. Tomás era un cantaor muy bueno. Estuvo cantando y siempre algo
se pega. Porque que no he copiao… y he copiao. He escuchao una nota de soleares
y me he dicho esa nota se la meto yo a las soleares que canto, y esa ha sio mi
función. No se puede decir que yo cante por fulanito ni cetanico, he cogió ecos
y los he adaptao a mi persona. Tampoco puedo decir que ese cante es mío porque
tiene notas de otros.”
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