En
la segunda jornada de la XXXIII Semana de Estudios Flamencos
de la Peña de Jaén, la voz sensible, amable, ‘jonda’ y poética
de Juan Antonio Ibáñez, jiennense-granaíno,
granaíno-jiennense, cofundador de la revista Candil,
productor de programas flamencos en su día, estudioso de nuestro
arte, y poeta flamenco a la vez, se tradujo en un alarde de
conjunción versátil entre Miguel Hernández y Enrique
Morente, a la vez que constató su dosis compositivas para el
verso flamenco.
En
su exposición nos recordó, primeramente, momentos peñísticos
jaeneros vividos con Juan José Fernández Trevijano “Trevi”
para, seguidamente, relatar la sensibilidad musical de Enrique
Morente en su disco homenaje a Miguel Hernández. Citó que los
‘escritores cultos llegan al flamenco y este les recibe’;
también que Miguel Hernández se convirtió en ‘hacedor de
versos’ o, como ‘el flamenco encaja perfectamente en la
voz poética de Miguel’.
Subrayó
que Morente encumbró en época difícil (1971) y con valentía la
poesía del autor de ‘Viento del Pueblo’, y la prestancia
de sus poemas para ser cantados por los diversos estilos de nuestra
música, iniciativa ésta que además de Enrique han tenido –citó-
artistas de la calidad de Carmen Linares, Miguel Poveda, José
Mercé, o ‘Camarón de la Isla’.
En
una especie de segunda parte de su conferencia, Juan Antonio Ibáñez
también nos leyó composiciones de su reciente obra poético-flamenca
‘En la esquina del duende’, en las que ‘Paco de Lucía’,
‘Mario Maya’, ‘Diego Clavel’ o Rafael Romero…
han sido figuras inspiradoras de su amor por el flamenco.
La
parte cantaora de la jornada la completó un joven de 16 años nacido
en La Puebla de Cazalla (Sevilla) de recia voz, con influencias de
‘Chocolate’ y ‘Agujetas de Jerez’, que viene
marcando una remembranza de los ecos más añejos del flamenco. Algo
así como hizo en los primeros años de la década de los sesenta el
jovencísimo (15 años) José Sánchez Gómez ‘Pepe de Lucía’,
junto a su hermano ‘Paco de Lucía’ cuando grabaron el
disco ‘Los Chiquitos de Algeciras’.
El
recital lo comenzó con una caña netamente basada en la estructura
musical que Rafael Romero le infundió en su tiempo, bien marcadas la
salida, los cuerpos del estilo y la creatividad del iliturgitano con
su ‘Arsa y viva Ronda…’, así como la prestante soleá del
trianero ‘Machango’. Mas, la fuerza de su pellizco, de su
entrega, de su ‘sonio negro’, fueron patentizadas por siguiriyas
y un prestante recuerdo de Manuel Torre, y muy concretamente
por el cambio que el jerezano creó, realizados con singularidad e
influencias de Antonio Núñez Montoya ‘Chocolate’.
Cambió
de terció y se centró en el rimo del dos por ocho de los tangos con
más resonancias ‘chocolateras’ y unos aires de Extremadura en
los que también aportó evocaciones de ‘Camarón de la Isla’.
Las soleares fueron abordadas con sentida salida en la línea del
‘Torre’, para en la letra establecer forma y recuerdo de Juan
Talega, del jerezano ‘Juaniquín de Lebrija’, ciertos
aires de ‘El Mellizo’ y un potencial remate por
‘Juaniquín’. Sus bulerías las estructuró en el ritmo y compás
que practicaba ‘Agujetas de Jerez’, el cual las denominaba
‘bulerías pa cantar’, algo así como bulerías por soleá,
también con recuerdo de ‘Tío Borrico’ y sonoridades del
citado ‘Juaniquín’. Finalizó por fandangos con un claro
homenaje a ‘Chocolate’.
Nuevamente, Antonio Carrión estableció un toque de acompañamiento pleno
de sabiduría flamenca, de entremezcla personal de los acordes de
viejos maestros destacando el recuerdo de ‘Diego el del Gastor’,
de falsetas singulares matizadas de virtuosismo creativo, dominio del
diapasón, poderío en la prima, y calidad en la variedad de tonos
flamencos para encaminar el arte de su acompañado.
Rafael Valera Espinosa
Rafael Valera Espinosa
(crítico flamenco y vicepresidente
de la Peña Flamenca de Jaén)
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