Relacionando
esta columna con la del pasado domingo, y ratificándome en lo bien
que le sientan a muchas producciones discográficas, escenográficas,
o de cualquier índole, la palabra flamenco en su denominación y
puesta en escena, he de seguir intentando resaltar los valores de
nuestra universal cultura musical, para que no pierda su entidad, a
pesar de la rentabilidad que supone sumarla a otra cultura musical o
intento de ¿renovación? como por ahí se viene expandiendo: “Chola
Chalá es la agrupación pionera en la fusión del folklore nacional
(paceño-boliviano) y el flamenco, que propone canciones de autoría
propia, donde juegan de manera innovadora con escalas, armonías,
ritmos, letras e historias y una fusión cultural.”
Se
viene comentando en muchos medios de comunicación el gran éxito de
la ¿renovadora? del arte flamenco ‘Rosalía’: “Ella
no quiere hacer lo correcto. “Pa’
[sic] esa mierda ya no tengo tiempo”,
cantaba con la sensación del rap, trap o como queramos llamarlo
C.Tangana.”
Uno se pregunta ¿atenorar una siguiriya de Manuel
Molina
y rematarla con bajo-falsete de Marchena
por la cabal de Silverio
popularizada por ‘El
Pena’
es renovar esta música? ¡Pues qué bien! ¿Lo es coger una canción
que se aflamencó por bulerías entre otros por Manuel
Vallejo
y retrotraerla de nuevo a canción? ¡Pues, que vale!
Hubo
un tiempo en el que flamenco también comenzó a tener determinadas
acepciones para ratificar sus influencias y no tener que denominarse
como tal. ¿Recuerdan la denominación de ‘flamenquito’?
Considero que el vocablo diferenciaba con justa medida la adecuada
separación de flamenco y arte aflamencado para turistas o similares.
Sin embargo, se ha perdido porque en sí mismo se subordinaba con
realidad al verdadero arte. Ahora consideran mejor hablar de
renovación, vanguardismo, revolución, mestizaje, fusión,
entremezcla… del flamenco. ¡Todo para vender mejor!
A
veces considero que estos nuevos profetas del flamenco no tienen
memoria o nosotros tenemos mucha ¿Nadie se acuerda de las
grabaciones de 1932, cuando el gran Ramón
Montoya
(innovador de la guitarra flamenca) acompañó al saxo de Fernando
Vilches que hacía la voz del cantaor? ¿O a ‘Sabicas’
con Joe Beck en 1966, uno por flamenco y otro por rock? ¿Y cómo no
hablar de Smash y Manuel Molina; Triana o Tabletón; Gualberto y su
sitar con Ricardo
Niño
a la guitarra; ‘Lebrijano’
con sus ‘galeras’ y ‘caravanas’; o Manolo
Caracol
con su yerno Arturo
Pavón?
Y
reitero, una vez más, que todo es bonito, netamente musical,
divertido, coreográfico, muy trabajado artísticamente y
adecuadamente disfrutable. Sin embargo, particularmente no me pone el
vello de punta como lo hacen Tomás
Pavón,
su hermana ‘La
de los Peines’, ‘Manuel Agujetas’, ‘Terremoto de Jerez’,
‘Antonio Mairena’, ‘Fosforito’,
‘Lebrijano’, ‘Camarón’
y Morente
en sus inicios, o Miguel
Poveda.
Aún creo que los argentinos no han terminado de considerar que las
composiciones del gran Astor Piazzola sean auténticos tangos.
Incluso él tuvo que reconocer que sus composiciones eran ‘Música
contemporánea de Buenos’.
Cada música y arte tiene su sitio.
Rafael
Valera Espinosa
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