martes, 24 de abril de 2018

Por soleá. ‘LEO’ AGUILAR BURGOS.

Como suele suceder en los estamentos, para que estos funcionen siempre existe una o varias personas que se dedican en cuerpo y alma a dicho menester. En el flamenco existen aficionados por su música, por su defensa, por su programación y por su proyección artística. Son personas que aman y siente esta universal música, mas, el que reúne todas las virtudes anteriormente citadas, ese es un ‘flamenco’ que aglutina todos los elementos para descubrirse ante sus tareas. En ese pedestal siempre ha estado Leovigildo Aguilar Burgos, ‘flamenco’ donde los haya habido, y más. De carácter alegre, solidario, muy diplomático, entendido, y sobre todo trabajador para prestigiar nuestro inigualable arte andaluz.

Comenzó su tarea profesional siendo uno de los prestigiosos tipógrafos del antiguo ‘Diario Jaén’. Es decir, supo la técnica en el manejo y selección de tipos para crear trabajos de impresión. El tipógrafo Stanley Morison la definió, en 1936, como: Arte de disponer correctamente el material de imprimir, de acuerdo con un propósito específico: el de colocar las letras, repartir el espacio y organizar los tipos con vistas a prestar al lector la máxima ayuda para la comprensión del texto escrito verbalmente.” Y eso es lo que Leovigildo realizó durante muchos años en los diarios de Jaén, Barcelona y nuevamente Jaén, cuando pertenecían al Secretariado Nacional del Movimiento. Tras la democratización pasaría -como bastantes de sus compañeros- a pertenecer al Ministerio Nacional de Gobernación, habiendo sido su trayectoria neta, justa y eficiente en el Gobierno Civil de Jaén.

Ante este bagaje profesional, ya en el año 1988 y por su habitual presencia en los recitales de la Peña Flamenca de Jaén, los miembros del Consejo de Redacción de la revista ‘Candil’ consideraron que su profesionalidad debía ser requerida para colaborar en la edición de la misma. Desde mediados del citado año pasó a ser secretario de la publicación hasta el año 2004, fecha de su ictus cerebral. Entre esas fechas su labor ha sido encomiable, certera, versificadora, constante y eficiente en su búsqueda de ilustraciones, en el trabajo solicitados a sus compañeros de profesión y destino laboral, en sus aportaciones flamencas, y en la lucha por mantener en el tiempo la publicación.

Mas, particularmente considero enormemente apreciable su tarea de ‘casi director’ de la revista por su constancia en aglutinar a la mayoría de los colaboradores de la misma; en diplomática y cariñosamente acción exhortiva exigirles trabajos a señalados autores como a los críticos Miguel Acal, Agustín Gómez, Manuel Martín, Luis y Ramón Soler; a los pintores Miguel Alcalá, Antonio Povedano, Miguel Ayala, Fausto y José Olivares, Carmelo Palomino, Juan Valdés o Miguel Viribay; a los poetas Francisco Almagro, Juan Alberto Fernández Bañuls, Alfonso Fernández Malo, Félix Grande, Ramón Porras, Fernando Quiñones, Manuel Ríos Ruíz; a los artistas Luis Maravilla, ‘Fosforito’ y Félix de Utrera; a investigadores como el cardiólogo Manuel Concha, Donn Poren, Bernard Leblón… y sobre todo a este que les escribe.

Gracias ‘Leo’ por tu sapiencia y entrega flamenca.


Rafael Valera Espinosa

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