Como
suele suceder en los estamentos, para que estos funcionen siempre
existe una o varias personas que se dedican en cuerpo y alma a dicho
menester. En el flamenco existen aficionados por su música, por su
defensa, por su programación y por su proyección artística. Son
personas que aman y siente esta universal música, mas, el que reúne
todas las virtudes anteriormente citadas, ese es un ‘flamenco’
que aglutina todos los elementos para descubrirse ante sus tareas. En
ese pedestal siempre ha estado Leovigildo Aguilar Burgos,
‘flamenco’ donde los haya habido, y más. De carácter alegre,
solidario, muy diplomático, entendido, y sobre todo trabajador para
prestigiar nuestro inigualable arte andaluz.
Comenzó
su tarea profesional siendo uno de los prestigiosos tipógrafos del
antiguo ‘Diario Jaén’. Es decir, supo la
técnica en el manejo y selección de tipos para crear trabajos de
impresión. El tipógrafo Stanley Morison
la definió, en 1936, como: ‘Arte
de disponer correctamente el material de imprimir, de acuerdo con un
propósito específico: el de colocar las letras, repartir el espacio
y organizar los tipos con vistas a prestar al lector la máxima ayuda
para la comprensión del texto escrito verbalmente.” Y
eso es lo que Leovigildo realizó durante muchos años en los diarios
de Jaén, Barcelona y nuevamente Jaén, cuando pertenecían al
Secretariado Nacional del Movimiento. Tras la democratización
pasaría -como bastantes de sus compañeros- a pertenecer al
Ministerio Nacional de Gobernación, habiendo sido su trayectoria
neta, justa y eficiente en el Gobierno Civil de Jaén.
Ante
este bagaje profesional, ya en el año 1988 y por su habitual
presencia en los recitales de la Peña Flamenca de Jaén, los
miembros del Consejo de Redacción de la revista ‘Candil’
consideraron que su profesionalidad debía ser requerida para
colaborar en la edición de la misma. Desde mediados del citado año
pasó a ser secretario de la publicación hasta el año 2004, fecha
de su ictus cerebral. Entre esas fechas su labor ha sido encomiable,
certera, versificadora, constante y eficiente en su búsqueda de
ilustraciones, en el trabajo solicitados a sus compañeros de
profesión y destino laboral, en sus aportaciones flamencas, y en la
lucha por mantener en el tiempo la publicación.
Mas,
particularmente considero enormemente apreciable su tarea de ‘casi
director’ de la revista por su constancia en aglutinar a la mayoría
de los colaboradores de la misma; en diplomática y cariñosamente
acción exhortiva exigirles trabajos a señalados autores como a
los críticos Miguel Acal, Agustín Gómez, Manuel Martín, Luis y
Ramón Soler; a los pintores Miguel Alcalá, Antonio Povedano,
Miguel Ayala, Fausto y José Olivares, Carmelo Palomino, Juan Valdés
o Miguel Viribay; a los poetas Francisco Almagro, Juan Alberto
Fernández Bañuls, Alfonso Fernández Malo, Félix Grande, Ramón
Porras, Fernando Quiñones, Manuel Ríos Ruíz; a los artistas
Luis Maravilla, ‘Fosforito’ y Félix de Utrera; a
investigadores como el cardiólogo Manuel Concha, Donn Poren,
Bernard Leblón… y sobre todo a este que les escribe.
Gracias
‘Leo’ por tu sapiencia y entrega flamenca.
Rafael
Valera Espinosa
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