“VALDERRAMA ES UN
PEDAZO DE ARTISTA. LO DIGO YO.”
El 16 de marzo de
1990, Manuel Llerena Ramos “El Chato de
la Isla”, ofreció un recital en la Peña Flamenca de Jaén en el que
interpretó cantiñas-alegrías con aires de El
Mellizo y La Mejorana; cantes de
‘El Piyayo’; malagueñas de Enrique
El Mellizo; fandangos de “Enrique El
Almendro”, a través de Caracol;
siguiriyas de Manuel Molina, Paco La Luz
y Manuel Torre; tientos-tangos de ‘El Melu’ y El Mellizo; fandangos de ‘Macandé’, ‘El Carbonerillo’ y Pepe
Aznalcóllar; zambras y tientos con evocaciones de Manolo Caracol; Soleares
de ‘La Andonda’, Antonio Frijones y El Loco Mateo; bulerías, y fandangos de Huelva por el localismo de Santa Eulalia y el personalismo de El Cojo de Huelva. Todos los estilos
desarrollados con personalidad, recreaciones singulares y mucho conocimiento.
Pero antes –como
generalmente siempre acontecía- estábamos enfrascados en la entrevista que le
efectué para la revista Candil, la cual comencé a publicar la semana pasada.
Como a la totalidad de mis entrevistados, a Manuel Llerena también le pedí su
opinión sobre los festivales flamencos:
Respuesta:
“¡Hombre
los veo perfectamente bien! Los veo maravillosos y que no se pierdan nunca.
Desgraciaos de nosotros si se perdieran los festivales. Lo que pasa es que se
hacen algunos demasiados largos y duran hasta las cinco de la madrugá, y cuando
va a cantar el último, ni tiene ganas de cantar ni ganas de ná… lo que tiene es
gana de irse. Son demasiado ‘jartibles’. Si los pusieran
un poquito más cortos, por ejemplo, empezar a las once de la noche y terminar a
las tres de la madrugá, yo creo que estarían bastante mejor. Cuando te toca
salir a las cinco o seis de la mañana, sales sin ganas de cantar y sin ganas de
mirar a nadie. Además, no se canta ni bien. Na más que del sufrimiento te
quedas mudo, te quedas ronco. Y hay que justificarse ante el público pa poner
la mano.”
P:
¿Aún te poner
nervioso antes de salir?
R:
“¡Hombre!
Manda el respeto. Y el que diga que no, eso es incierto. Los micros siempre
imponen. Sentarte donde hay un público manda respeto. A mí no mucho por la
costumbre que ya tengo. Yo salgo como si estuviera en mi casa, pero manda
respeto.
El Chato de la Isla entrevistado por Rafael Valera |
R:
“Bueno,
cada uno hace lo que puede. Ni lo veo bien ni lo veo mal. Cada uno va a su son.
Eso sí, yo salgo a cantar y canto mi soleá, mi siguiriya, mi malagueña, mis
tientos, mis tarantos, mis bulerías, mis alegrías… Las colombianas y esas cosas
no las canto, sé cantarlas pero no me van. Mira que las tengo grabadas y too,
pero son cantes que no les veo yo salsa. Pero eso sí, yo les tengo respeto a
quienes los cantan.”
P:
¿Se podría con
la moda de estos cantes volver a los ecos de la ‘Opereta Flamenca’? ¿Podrían
tener más popularidad cantaores como Pepe
Marchena, Juan Valderrama, Manolo el de la Ribera, o el Niño de la Huerta?
R:
“Con
el respeto de todos, Valderrama es un pedazo de artista desde los pies a la
cabeza. Lo digo yo. Lo dice ‘El Chato de la Isla’… ¡Pero de los pies a la
cabeza! Lo que resulta es –y lo veo requetebién- que si yo ahora cantando como
estoy cantando, gano cuatro duros, y cantando que si un pasodoble, que si esto,
que si lo otro, me pongo millonario, pues yo me voy al pasodoble, porque es lo
que da dinero. Valderrama todo lo que canta lo canta bien y muy bonito, con
mucho gusto. Lo digo yo que le he escuchao en un escenario, y tal como estamos
ahora nosotros. Valderrama, el difunto de Porrina,
y yo, los tres en mi trabajo. Entonces trabajaba yo en ‘Las Brujas’, en la
calle Norte, número 15. Nos metimos en un cuarto con unos señores y cantó
Valderrama que no se puede cantar mejor. Conociendo los cantes como Dios manda.
Digan lo que digan y hablen lo que hablen. Yo digo la realidad porque la he
vivido y la he escuchao ¡Que sí es muy payo…! No hace falta ser gitano pa
cantar bien. Y yo no tengo na en contra de los gitanos, pues lo poquito que sé
se lo debo a los gitanos.”
P:
¿Cómo está el
ambiente flamenco en Madrid?
R:
“¡Vamos
tirando! Ahora está la cosilla más floja, antes estaba mejor. ¡Pero vamos…! Yo
no tengo queja. A mí no me falta el trabajo. Y eso que llevo muchísimos años,
desde que dejé la Venta de Vargas hace veintisiete años que en Madrid. Me fui
en un camión de pescao, ¡que llegué de mierda…! No te puedes hacer una idea.
Cuando llegué a Madrid en ese estao, mi representante me tuvo que llevar a una
tienda y comprarme otro traje que luego le pagué. En aquella época ganaba yo
trescientas cincuenta pesetas; diez duros para el representante y las
trescientas para mí. Le mandaba a mi mujer dinero todas las semanas y pagaba mi
pensión. Luego se vino conmigo y allí seguimos estando. Me tiré veintiún años
trabajando en la misma casa. En estos momentos estoy en El Café de Chinitas.”
P:
¿Qué ambientes
se viven en los tablaos?
R:
“Lo
que pasa es que los artistas en los tablaos se queman. Se queman porque siempre
es la misma rutina: la soleá, la alegría, la soleá, la alegría… y de ahí no se
sale y, entonces se envician los cantes. En los tablaos se envician los cantes,
se envician los bailes, se envicia too. Como no se tenga cuidao se echa a
perder too. Lo que pasa es que está bien para el turismo, pero al que le guste
escuchar el flamenco, no va a escucharlo. Hay doce mujeres, dos cantaores y dos
guitarristas, y a ver quién hace más ruido, el que chilla
más… Eso no es flamenco, ese no es el flamenco. El flamenco es, por ejemplo,
coger tu sillita, te sientas y que la gente te escuche, eso sí es flamenco.
Allí está trabajando también José Mercé,
que el único que sale solito con la silla y hace unos cantecitos y se acabó.”
Rafael
Valera Espinosa
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