lunes, 27 de febrero de 2017

Memoria Flamenca. MANUEL LLERENA “EL CHATO DE LA ISLA” (II)

“VALDERRAMA ES UN PEDAZO DE ARTISTA. LO DIGO YO.”

El 16 de marzo de 1990, Manuel Llerena Ramos “El Chato de la Isla”, ofreció un recital en la Peña Flamenca de Jaén en el que interpretó cantiñas-alegrías con aires de El Mellizo y La Mejorana; cantes de ‘El Piyayo’; malagueñas de Enrique El Mellizo; fandangos de “Enrique El Almendro”, a través de Caracol; siguiriyas de Manuel Molina, Paco La Luz y Manuel Torre; tientos-tangos de ‘El Melu’ y El Mellizo; fandangos de ‘Macandé’, ‘El Carbonerillo’ y Pepe Aznalcóllar; zambras y tientos con evocaciones de Manolo Caracol; Soleares de ‘La Andonda’, Antonio Frijones y El Loco Mateo; bulerías, y fandangos de Huelva por el localismo de Santa Eulalia y el personalismo de El Cojo de Huelva. Todos los estilos desarrollados con personalidad, recreaciones singulares y mucho conocimiento.

Pero antes –como generalmente siempre acontecía- estábamos enfrascados en la entrevista que le efectué para la revista Candil, la cual comencé a publicar la semana pasada. Como a la totalidad de mis entrevistados, a Manuel Llerena también le pedí su opinión sobre los festivales flamencos:

Respuesta: “¡Hombre los veo perfectamente bien! Los veo maravillosos y que no se pierdan nunca. Desgraciaos de nosotros si se perdieran los festivales. Lo que pasa es que se hacen algunos demasiados largos y duran hasta las cinco de la madrugá, y cuando va a cantar el último, ni tiene ganas de cantar ni ganas de ná… lo que tiene es gana de irse. Son demasiado ‘jartibles’. Si los pusieran un poquito más cortos, por ejemplo, empezar a las once de la noche y terminar a las tres de la madrugá, yo creo que estarían bastante mejor. Cuando te toca salir a las cinco o seis de la mañana, sales sin ganas de cantar y sin ganas de mirar a nadie. Además, no se canta ni bien. Na más que del sufrimiento te quedas mudo, te quedas ronco. Y hay que justificarse ante el público pa poner la mano.”

P: ¿Aún te poner nervioso antes de salir?

R: “¡Hombre! Manda el respeto. Y el que diga que no, eso es incierto. Los micros siempre imponen. Sentarte donde hay un público manda respeto. A mí no mucho por la costumbre que ya tengo. Yo salgo como si estuviera en mi casa, pero manda respeto.

El Chato de la Isla entrevistado por Rafael Valera
P: ¿No crees que a veces puede parecer que en los festivales hay cierto abuso a la hora de interpretar fandangos, colombianas, etc?

R: “Bueno, cada uno hace lo que puede. Ni lo veo bien ni lo veo mal. Cada uno va a su son. Eso sí, yo salgo a cantar y canto mi soleá, mi siguiriya, mi malagueña, mis tientos, mis tarantos, mis bulerías, mis alegrías… Las colombianas y esas cosas no las canto, sé cantarlas pero no me van. Mira que las tengo grabadas y too, pero son cantes que no les veo yo salsa. Pero eso sí, yo les tengo respeto a quienes los cantan.”

P: ¿Se podría con la moda de estos cantes volver a los ecos de la ‘Opereta Flamenca’? ¿Podrían tener más popularidad cantaores como Pepe Marchena, Juan Valderrama, Manolo el de la Ribera, o el Niño de la Huerta?

R: “Con el respeto de todos, Valderrama es un pedazo de artista desde los pies a la cabeza. Lo digo yo. Lo dice ‘El Chato de la Isla’… ¡Pero de los pies a la cabeza! Lo que resulta es –y lo veo requetebién- que si yo ahora cantando como estoy cantando, gano cuatro duros, y cantando que si un pasodoble, que si esto, que si lo otro, me pongo millonario, pues yo me voy al pasodoble, porque es lo que da dinero. Valderrama todo lo que canta lo canta bien y muy bonito, con mucho gusto. Lo digo yo que le he escuchao en un escenario, y tal como estamos ahora nosotros. Valderrama, el difunto de Porrina, y yo, los tres en mi trabajo. Entonces trabajaba yo en ‘Las Brujas’, en la calle Norte, número 15. Nos metimos en un cuarto con unos señores y cantó Valderrama que no se puede cantar mejor. Conociendo los cantes como Dios manda. Digan lo que digan y hablen lo que hablen. Yo digo la realidad porque la he vivido y la he escuchao ¡Que sí es muy payo…! No hace falta ser gitano pa cantar bien. Y yo no tengo na en contra de los gitanos, pues lo poquito que sé se lo debo a los gitanos.”

P: ¿Cómo está el ambiente flamenco en Madrid?

R: “¡Vamos tirando! Ahora está la cosilla más floja, antes estaba mejor. ¡Pero vamos…! Yo no tengo queja. A mí no me falta el trabajo. Y eso que llevo muchísimos años, desde que dejé la Venta de Vargas hace veintisiete años que en Madrid. Me fui en un camión de pescao, ¡que llegué de mierda…! No te puedes hacer una idea. Cuando llegué a Madrid en ese estao, mi representante me tuvo que llevar a una tienda y comprarme otro traje que luego le pagué. En aquella época ganaba yo trescientas cincuenta pesetas; diez duros para el representante y las trescientas para mí. Le mandaba a mi mujer dinero todas las semanas y pagaba mi pensión. Luego se vino conmigo y allí seguimos estando. Me tiré veintiún años trabajando en la misma casa. En estos momentos estoy en El Café de Chinitas.”

P: ¿Qué ambientes se viven en los tablaos?

R: “Lo que pasa es que los artistas en los tablaos se queman. Se queman porque siempre es la misma rutina: la soleá, la alegría, la soleá, la alegría… y de ahí no se sale y, entonces se envician los cantes. En los tablaos se envician los cantes, se envician los bailes, se envicia too. Como no se tenga cuidao se echa a perder too. Lo que pasa es que está bien para el turismo, pero al que le guste escuchar el flamenco, no va a escucharlo. Hay doce mujeres, dos cantaores y dos guitarristas, y a ver quién hace más ruido, el que chilla más… Eso no es flamenco, ese no es el flamenco. El flamenco es, por ejemplo, coger tu sillita, te sientas y que la gente te escuche, eso sí es flamenco. Allí está trabajando también José Mercé, que el único que sale solito con la silla y hace unos cantecitos y se acabó.”

Rafael Valera Espinosa

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