viernes, 19 de agosto de 2016

Por soleá. VICENTE OYA RODRIGUEZ.

No era aficionado, mas era amante de la cultura flamenca como de cualquier otra manifestación de esta índole. No voy a incidir en sus títulos, dedicaciones, trabajos, ni en muchas de sus virtudes personales. Ya lo han hecho otros y lo harán los que me precedan. Simplemente quiero recordar mis vivencias y nuestro cariñoso trato desde que lo conocí en 1964, cuando, destinado en los Servicios de Información Sindical, participaba en la elaboración de los boletines informativos de “La Voz de Jaén. Emisora Sindical”.

Vicente Oya fue el que inició mis enseñanzas para redactar noticias en aquella época, encomendándome a sacar lo más interesante de periódicos de aquél tiempo que tuvieran relación con nuestra provincia, sus principales pueblos, y sus quehaceres más representativos. A regañadientes me ponía a escribir en una legendaria máquina Underwood –el modelo que se le levantaba el carro para imprimir las mayúsculas- y le presentaba el trabajo, el cual corregía con cariño y pedagogía. Eran los tiempos que antecedieron a su corresponsalía de RNE, la cual la establecía con un macizo armatoste negro llamado teléfono. 

Sobre quince años después, fue nombrado director de dicha emisora que –si no recuerdo mal la fecha- pasó a llamarse Radio Cadena Española en Jaén. Junto con Fernando Pérez Mesa “Canalejas hijo”, el teórico familiar del cante, su hermano Manolo fue el cantaor, y por iniciativa del entonces locutor Fernando Arévalo, yo presentaba en la misma el programa “Flamenco”, el cual se mantuvo en antena hasta 1993, cuando ya pertenecíamos a RNE. Vicente me orientaba en las tareas, me animaba a que perdiera mis inhibiciones juveniles, y me arropaba ante las críticas que la programación del espacio tenía en distintos colectivospor estar dedicado a un arte nada convencional culturalmente y no muy aprobado por la sociedad de entonces.

Posteriormente, nos veíamos y nos congratulábamos de los logros conseguidos. Yo aduciendo siempre su valiosa enseñanza y él continuamente minimizando su prestante magisterio. Comentábamos nuestros artículos y columnas, disfrutábamos y nos reíamos con amplia complacencia, para seguidamente recordar los viejos tiempos en los que  reclamaba mi presencia en el viejo edificio del Diario Jaén ubicado en la calle Juan Montilla, en cuya redacción veía a Manuel Lucíni, Angel Fuentes,  o al director José Chamorro Lozano. O como posteriormente coincidimos en el Diario Ideal, él con suamplia diversidad periodística, y yo con mis monográficos artículos y críticas sobre el flamenco.

Como he querido reflejar, Vicente Oya Rodríguez siempre creyó en mí, me inculcó el establecer el servicio a los demás, me instruyó en cómo debía de tratar las noticias diplomáticamente, mas sin renunciar la reivindicativa verdad, me conminaba igualmente a soslayar los enfrentamientos, y a que mantuviera la premisa de que estamos predestinados a corresponder con nuestra dedicación y trabajo a intentar la perfección de nuestra sociedad en cualquiera de las facetas de nuestra vida.

Vicente Oya nos ha abandonado, mas no ha dejado una herencia de entrega, prestancia y buen hacer. Gracias maestro.

Rafael Valera Espinosa      

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