miércoles, 5 de diciembre de 2018

No ni ná, Rafael Valera.

Del ideal.es Jaén

Domingo, 2 diciembre 2018. 

Noviembre acaba dejándonos la triste noticia del fallecimiento de Rafael Valera Espinosa. No me lo podía creer. Porque Rafael Valera era un personaje entrañablemente eterno, el mejor referente que siempre he conocido en Jaén del flamenco. Era el incuestionable cronista, indefectiblemente, del arte jondo en las tierras jienenses. Y durante décadas ha sido el reputado informador, el crítico, el historiador, del flamenco en la radio y especialmente en la prensa escrita, donde en IDEAL sentó cátedra hace años, con sus reportajes, sus artículos de opinión y su serie de memorias de entrevistas históricas a tantos personajes del universo del flamenco: «la canción protesta más irrompible y duradera (...). Un género musical que nació para mirar de frente las emociones más trágicas de la conciencia humana» que decía Félix Grande.

Por eso yo, aprendiz eterno en los lares del duende y el quejío, y del mirar interpelador, siempre le llamaba dómine Rafael, a lo que él me respondía socarronamente acerca de su humildad o con algún cumplido a mis ya años juntando palabras en IDEAL, medio en el que hemos simultaneado tantas y tantas columnas de opinión, y por el que hemos compartido momentos únicos.

Como bien titulaban ayer Lorena Cádiz, Antonio Ordóñez y Laura Velasco en esa magnífica e impagable crónica del adiós de Rafael Valera, se va el flamencólogo y el amigo. No puedo decir mucho más que no se haya dicho en ese reportaje, ni en los diferentes obituarios en otros medios y en las redes sociales. No quiero repetir un perfil que ahora se ha desvelado en su imponente dimensión.

Rafa Valera con Rosa Ibáñez y Alfonso Ibáñez
(en Onda Jaén Radio)
Conocí a Rafael hace ya muchos años. En la Casa de Cultura de Andújar, cuando se celebraban las Jornadas de Estudios Flamencos. Ahí estaba él con aquel magnetofón de bobinas grabando para la radio y haciendo las pertinentes entrevistas. Luego hicimos amistad y como digo hemos compartido más que momentos. En la Peña Flamenca de Jaén, de la que fue con tantos aciertos su presidente hasta hace poco más de un año, en festivales y concursos en los que ejerció de presentador o jurado, y siempre de cronista; en la revista Candil, de la que ha sido importante alma mater y director; en cursos y conferencias, en la Peña de Andújar, o en el ámbito de este periódico, han sido espacios donde he aprendido del maestro, he compartido su bonhomía, he valorado su inconmensurable sabiduría del flamenco, y, sobre todo, su sentido crítico al respecto.

E, igualmente, he apreciado su impar estilo de articulista, y conocido de primera mano su humor irónico, destilado entre ese eterno puro que siempre le prologaba. Su cátedra siempre tenía líneas mayúsculas y conspicuas para los diferentes cantaores de Jaén que han pisado y pisan con luz propia el devenir del flamenco jienense, y ahí como ejemplo está sobresaliendo Carmen Linares, o Rosario López, de la que valoraba ese eco encastrado en el inefable cante del andujareño Rafael Romero, del que Rafael Valera fue un férreo portavoz.

Y ahora que por todos nuestros pueblos y ciudades se han encendido las luces navideñas dando el pistoletazo de salida a todo ese maremágnum que envuelve la Navidad, donde tanto cabe quiero recordar esos 'villancicos de Andújar' que cantaba Rafael Romero y que, con Rafael Valera, recordé en alguna que otra ocasión: «Están haciendo un convento/ detrás de Sierra Morena/ todo de piedra labrada/ para el Santo Sacramento.(...) Esta noche le ponen al Niño/ mantilla y pañales, faja y faldellín/ porque vienen los fríos de enero/ y el rey de los cielos se quea sin vestir. (...) Tendiendo en el romero/ la Virgen está lavando/ los pajarillos cantando/ y el agua se va riendo. (...) Oh mare María/ oh mare de Dios/ noche de maitines/ pariste a Dios».

Hoy, en honor a ese gran erudito del cante flamenco que fue Rafael Valera, escucho estos villancicos de Rafael Romero, acompañado a la guitarra por su querido Perico el del Lunar. Cuando llega diciembre, ya el flamenco siente hasta los tuétanos la Navidad. Porque el cante flamenco es un grito místico que nos pone delante de Dios, al menos pretende hacerlo, y nos interroga en ese ámbito y le interroga a Él, encendiendo una llama singular de celebración profunda, desde la idiosincrasia del pueblo, desde sentimientos profundos.

Rafael Valera conocía perfectamente esto, y sabiendo que se tenía que ir al lugar del compás más hondo, no quiso estropear esa puerta de la Navidad. Así era su sabiduría y su socrática (el conocimiento lleva a la virtud) socarronería. Mientras, va 'pa´arriba', porque se ha ido 'pa´arriba', cantando por bulerías el villancico del Gloria: «La Virgen quiso sentarse / al abrigo de un olivo / y las hojas se volvieron / pa ver al recién nacido.(...) a la gloria, / y a su bendita mare Victoria/ gloria, al rey de los cielos gloria».

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