viernes, 31 de mayo de 2013

Flamencos en Jaén.

Rafael Valera Espinosa
(pastel sobre papel de Alfonso Ibáñez)
Aunque peque de reiterativo, nuevamente pretendo establecer la riqueza flamenca de nuestra provincia. No deseo que alguien o algunos se puedan sentir molestos su si patria chica o artistas de su localidad no figuran en las sucesivas listas que he ido recopilando, pues mi intención ha sido resaltar a los creativos y personalistas flamencos de la tierra jiennense, con el fin de que sean conocidos y apreciados por todos y en especial por los aficionados para, de esta manera, no sentirnos agraviados ante otras provincias que tienen más historia y nóminas flamencas que la nuestra.

Y, por lógica, comenzaré con los cantaores, aunque como prologuillo establezca que siete son las zonas principales de Jaén en las que impera con mayor intensidad la afición flamenca. A saber: Linares-Guarromán-La Carolina; Mengibar-Arjona-Andújar-Vva. de la Reina-Marmolejo; Jaén-Mancha Real-Pegalajar; Jódar-Jimena-Bedmar; Úbeda-Baeza-Torreperogil; Torredelcampo-Martos-Torredonjimeno-Porcuna-Lopera, y la zona de la sierra en la que se engloban pueblos como Quesada, Villacarrillo y Villanueva del Arzobispo.

Siete comarcas que viven con intensidad nuestra universal música y que han prodigado de artistas flamencos a una provincia ciertamente infravalorada en cuanto a su peso y dimensión flamenca. Y volvemos a lo de “Hay quien dice de Jaén / que no es mi tierra andaluza”. Pero, quiero constatar que dicha reivindicación tenía un fin predeterminado, el de ¡Sí que somos andaluces! Y tanto como los demás. Y no solo por el hecho geográfico, sino por mucho más. Pero el que nos interesa aquí es el aspecto flamenco.

Siete también pueden ser considerados –a mi criterio personal- los cantaores que le han dado lustre a nuestro arte. Y he de comenzar con el desconocido –aunque ya no tanto- e incomprendido iliturgitano, José Yllanda, cantaor del siglo XIX, creador de tres soleares y recreador de dos más y dominador de estilos, pues en aquella época  nadie triunfaba cantando solo soleares-. Se tiene por cierto que marchó a Jerez –antes anduvo por Linares-, lo cual ratifica el jerezano Julián Pemartín en su libro “El Cante Flamenco. Guía Alfabética”, con la referencia “Cantaor de raza gitana. Fue eminente solearero”. Y esto lo corroboran Mairena en su libro “Mundo y formas del cante flamenco”, Blas Vega en su “Diccionario Enciclopédico del Flamenco”, Luis Soler en “Antonio Mairena en el Mundo de la Siguiriya y la Soleá”, y bastantes autores más. Sus soleares han quedado marcadas como de eficiente creatividad y determinada dificultad. Y si los primeros exponentes flamencos de cada una de las provincias han respondido a los nombres de “El Ciego de la Playa”, por Almería; Tío Luis el de la Juliana, por Cádiz; Dolores la de la Huerta, por Córdoba; África Vázquez, por Granada; Dolores la Párrala por Huelva; Junquito de Comares, por Málaga; y Frasco el Colorao, por Sevilla; como bien dice mi amigo Antonio Escribano, José Yllanda lo es por Jaén.

Rafael Valera Espinosa (presidente de la Peña Flamenca de Jaén y flamencólogo).


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