miércoles, 2 de mayo de 2012

CICLOS FLAMENCOS.

Los que hemos vivido con determinada intensidad el mundo del flamenco desde la perspicacia que ofrece la edad, y por tanto estamos educados en unos conceptos por los que apreciamos el pellizco y la jondura reivindicativa de la raza calé, así como los parámetros musicales, educativos e investigadores de los payos, establecemos y diferenciamos que no todo lo que hoy ofertan los artistas que se acogen bajo el manto del calificativo flamenco lo son como tales, y voy a intentar explicar mi concepto de artista y cantaor flamenco.

Pericón de Cádiz
​Por ejemplo, Morente por su “Omega”, “Morente sueña la Ahambra” o “El Barbero de Picasso”, no ha sido un cantaor flamenco, ha sido un artista de tendencia flamenca. A Enrique yo lo he considerado cantaor cuando se acordaba y acrisolaba con cierta singularidad y arte los ecos y escuelas de Chacón, Pepe el de la Matrona, Rafael Romero, Juan Varea, Pericón de Cádiz, La Niña de los Peines o Bernardo el de los Lobitos. Puede que esté equivocado, mas ese es mi criterio personal. Y pensemos que todos los citados han bebido en fuentes añejas a las de sus épocas.

Es decir, Enrique Morente, Camarón de la Isla, Carmen Linares, José Menese, El Lebrijano, etc., han ejecutado e interpretan el flamenco aprendido de otros grandes maestros, mas con sus cualidades vocales, creatividad personal, versatilidad artística y correspondencia con el mundo en el que han vivido y viven. Pocos de ellos se han influenciado de Pepe Marchena, Angelillo, La Niña de la Puebla, El Niño de la Huerta, etc., aunque los adoren, pues sus ambientes flamencos han estado estructurados en las vivencias de sus clanes gitanos, así como en los criterios artísticos y musicales que se derivaron de la publicación que Hispavox hizo de su famosa “Antología del Cante Flamenco” de 1954, que adquirió fama por el premio de la Academia Nacional del Disco de Francia –si hubiera sido de España habría pasado sin pena ni gloria-, y por el ambiente que se creó con el Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba de 1956 que ganara “Fosforito” en sus cuatro apartados y la preponderancia acertada de Mairena.

​¿Qué tienen de malo Marchena, Angelillo, la de la Puebla, Valderrama, etc.? ¡Nada, todo positivo! Y aún más, musicalmente casi insuperables y además auténticos incentivos para acercar a los neófitos a nuestro arte. Su época fue la insufladora de la popularidad y el amor por el flamenco gracias a la instauración y preponderancia de la radio, a los espectáculos de las compañías en los teatros y plazas de toros, y a las subvenciones estatales por la denominación del movimiento artístico como “Opera Flamenca”, ya que la clásica era la principal receptora de las citadas ayudas. Fue el tiempo de los cantaores citados, a los que también hay que sumar a Manuel Vallejo, Manolo Caracol –heterodoxo flamenco como pocos- Canalejas de Puerto Real, Manolo el Malagueño, o Pepe Pinto, los que gustaban y defendían la generación nacida a comienzos del siglo XX.

Aún añoro las divergencias con mi padre sobre los gustos flamencos: “Más alegría, buena garganta, cante de pecho y no tanto quejío”, me decía Justo-Domingo Valera. Era la forma de olvidar los avatares y penurias de la guerra de su generación.

​Toda la historia del flamenco son ciclos. Es decir, como siempre se repite. Ahora estamos inmersos en el final de una cierta modernidad, generada a raíz de los avances técnicos, el marketing comercial y la afortunada carencia de vicisitudes de los artistas para sobrevivir, circunstancia que anteriormente establecía que el cantaor incluyera un mensaje subliminal en sus letras para difundir sus padeceres. Esto último es lo que incardinó la queja, el ¡Ay! en el flamenco.

​La actual modernidad nunca solapará a las épocas anteriores, como Picasso no lo ha hecho con Velázquez. Cada una tendrá su lugar,
como la tienen los citados pintores. Mas, quiero establecer como final una opinión personal. Yo con el quejío y el pellizco flamenco me divierto y sobre todo me emociono, con la musicalidad actual solo me divierto. Insisto. Criterio individual.

Rafael Valera Espinosa
(presidente de la Peña Flamenca de Jaén y flamencólogo).

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