A raíz de lo publicado en la columna pasada titulada “Ciclos Flamencos”, algunos aficionados podrán preguntarse porqué cito que “Ahora estamos inmersos en el final de una cierta modernidad generada a raíz de los avances técnicos, el marketing comercial y la afortunada carencia de vicisitudes de los artistas para sobrevivir”. Y quiero aclarar el por qué de mi aseveración.
En los últimos tiempos –cerca de una década- están surgiendo numerosos artistas jóvenes que vienen estableciendo una enorme afición y estudio sobre nuestro arte, los cuales gracias a su preparación están consiguiendo numerosos premios en concursos flamencos a pesar de su juventud. Y cito varios ejemplos: La galduriense (Jódar) gana el Premio Nacional de Tarantas de Linares con 17 años (la más joven el conseguirlo), y la Lámpara Minera de La Unión a los 19, además del prestigioso “Melón de Oro”, de Lo Ferro (Murcia). La onubense Rocío Márquez Limón obtiene la citada “Lámpara Minera” con 22 años. La pacense (Badajoz) Celia Romero consigue el mismo premio en La Unión con 16 años. El jiennense de Villacarrillo Carlos Cruz hijo, se alza en Huelva con el Premio Jóvenes Flamencos de la Junta de Andalucía, también con 22 años, etc. Así podría seguir enumerando jóvenes cantaores que establecen su repertorio por las estructuras ortodoxas y los estilos más diversos.
Claro ejemplo de lo citado tuvimos oportunidad de disfrutarlo con otro joven cantaor de Fernán Núñez (Córdoba), Bernardo Miranda Fernández, de 22 años, en el pasado recital de San Antón que ofreció en la Peña Flamenca de Jaén. Y para aseverar sus inclinaciones a las viejas escuelas, que mejor de relatar los estilos y personalismos por los que basó su puesta en escena.
Comenzó con granaína melódica y melismática, basada en las escuela chaconiana con claras sonoridades al gaditano Aurelio Sellé, tesitura en la que siguió abundando para redondear con solvencia tonal y melismática por la media granaína. Otro tanto estableció con el compás del tres por cuatro de las cantiñas-alegrías, basando sus referencias cantaoras en Pericón de Cádiz y algo de Manolo Vargas.
Amplio fue el recorrido de sus soleares, basadas principalmente en los aires apolaos de Triana con acertados matices de Diego Bermúdez Cala “El Tenazas de Morón”, para después enlazar con la recreación que del iliturgitano José Yllanda realizara Pepe Marchena, y volver a la Triana del Zurraque con evocaciones El Arenero y Olivé. Melódico y melismático fue su enfoque de la malagueña de La Trini con recreación chaconiana, que enlazó con fandango de Lucena y verdial malagueño.
Mas su hondura artística –precoz para su juventud- la constató por cantes de fragua con potente tono por debla y tonás con acercamientos sonoros a Rafael Romero, enlazándolas con pellizco flamenco con siguiriyas de Tomás El Nitri, Diego el Marruro y el cambio de Manuel Molina. En los tientos-tangos reitero su seguimiento del cantaor iliturgitano y la revalorización que este hizo del jerezano Juanito Mojama, evocando también los ecos de los maestros gaditanos por el estilo, para derivar a los tangos con tratamientos modernos y coplas de Las Grecas. Finalizó con una tanda de fandangos de Huelva con aproximaciones al onubense Paco Isidro, al cané de Alosno, al personalismo de José Rebollo por Paco Toronjo, así como al tratamiento que Pepe Toronjo estableciera del de Santa Eulalia y su hermano Paco de los del Cerro de Andévalo, para finalizar con prestancia artística por la creatividad de Manuel Vallejo.
Rafael Valera Espinosa
Presidente de la Peña Flamenca se Jaén y flamencólogo.
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