Mi buen amigo Eduardo Castro Rodríguez se ha ido para siempre. Quedará en mi memoria, y en la de muchos amigos comunes. Era difícil que Eduardo el Bueno, Eduardón, Edu, Eduar, tuviese enemigos. Al menos yo no los conocía, y mira que hizo “gatás”, como él mismo decía, por indicaciones del guión. Eduardo era un gran aficionado al flamenco, eso sí, silencioso; no opinaba en público, salvo en raras ocasiones, pero se fijaba mucho. Estuvo a mi lado, o yo al lado suyo, desde mediados de los ochenta: en la Agrupación Sur de la Alcantarilla, con Miguel Ayala a la cabeza, en la Unión de Consumidores como vicepresidente, en la Caja de Jaén y últimamente, después de ocho años en el Ayuntamiento de Jaén, como vicepresidente de la Peña Flamenca de Jaén. Siempre juntos, abriendo camino. Muchas horas de vuelo en rincones como el Gorrión, Alcocer, la propia Peña. Un placer su compañía. Era, en el buen sentido del término, un hombre grande y bueno, su bonhomía, nada ingenua, le hacía incapaz de hacer daño a nadie, aunque tenía su propio genio. Muy orgulloso de su familia, de su trayectoria profesional y sus compromisos sociales y políticos. Defensor a ultranza de sus convicciones.
Paco Cañada, Gerardo Fuentes, Lucas Martínez, Manolo Canalejas, Eduardo Castro, Alfonso Ibáñez y Pepe Gabucio en el Alcocer |
Recuerdo que me contaba algunas anécdotas sobre sus inicios con Aguilar y otras empresas, donde destacaba por sus conocimientos técnicos sobre bombas extractoras e instalaciones complejas, siendo responsable de obra en la construcción del pantano del Quiebrajano en el 76, proyectada por J. Visedo, de ahí pasó a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir. Otra anécdota que no olvidaba nunca Eduardo fue cuando el presidente del Congreso y diputado por Jaén, don Landelino Lavilla comió en casa de Blas (bar París) con un grupo de su partido. Don Landelino no paraba de hablar, y comer arroz, sin apenas hacer caso al plato, esperando Blas que este insigne personaje comentara algo de ese magnífico arroz que con tanto desvelo había preparado, pero ni caso. Así es que Blas se le acercó por detrás, y en voz alta le dijo “¡Qué rico estaba el arroz, don Landelino!”. Así era Eduardo, un guasón muy inteligente, observador y analista de todo lo que ocurría a su alrededor, muy querido por sus vecinos. Alguien me dijo una vez y no hace mucho, “Eduardo debería ser alcalde de esta ciudad”.
Desde lo más profundo de mis sentimientos, te echaré mucho de menos, por tu buena compañía, tu sabiduría y saber estar. Sé que has disfrutado en esta vida. Su hermano Piti, hoy mismo, me ha dicho con rabia y pena “esto no es vida”, desde el dolor que le embarga a él, a sus hijos, a su mujer, Maleni, y a todos sus amigos que somos muchos, y de todos los colores y tendencias, Sit tibi terra levis. Todos estos latinajos le encantaban a Eduardo. Te echaremos siempre de menos.
Diario JAÉN. 27 de mayo de 2021.
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